por Biol. Andrés Kobe
Existen en la naturaleza un sinfín de estrategias que emplean los individuos de las diferentes especies para lograr sobrevivir. Uno de los aspectos más fuertes que influye en la sobrevivencia de una especie es la depredación; para ejemplares pequeños es todavía más evidente, debido a que la cantidad de posibles depredadores aumenta.
Las ranas no están exentas de estas influencias ambientales, y el reducido tamaño de la mayoría de las especies, las vuelve “blancos” idóneos para serpientes, lagartijas, aves, peces, crustáceos e incluso otros anfibios, que buscan ampliar su dieta.
Una familia de ranas que se ha especializado en la defensa contra los depredadores es la Dendrobatidae, comúnmente llamadas Ranas Dardo o Ranas Flecha. El nombre proviene del uso de su veneno por las culturas Chocó y Emberá del Amazonas para la caza de aves, monos y roedores mayores, quienes diluían el veneno de las ranas con mezcla herbolaria y lo untaban en sus dardos de cacería.
El veneno de los Dendrobátidos es de un gran interés científico, debido a su origen, puesto que hay producción del veneno por parte las ranas. Para entender esto, primero, debemos mencionar que estas ranas son animales ponzoñosos y no venenosos; la diferencia radica en la secreción de las toxinas a partir de glándulas dérmicas y que no son capaces de inocular (inyectar) como lo haría un animal venenoso.
La producción de las toxinas es un fenómeno oportunista por parte de los anfibios, los cuales aprovechan la producción de ácido fórmico de las hormigas de la familia Formicidae y en algunas especies se obtiene de escarabajos del género Choresine, para sintetizar sus propias toxinas. La principal toxina hallada en los Dendrobátidos es la Batrocotoxina, nombrada así, por el nombre de “Batracios”, con el cual se le llega a conocer a las ranas en general.
Otras toxinas que se pueden encontrar en estas ranas son la Histrionicotoxina y Pumiliotoxina. La primera conlleva a arritmias prolongadas al entrar al sistema circulatorio del posible depredador, y la segunda, produce inflamación muscular, además de generar un sabor amargo para evitar que la rana sea tragada.
Esta es sólo una de las múltiples estrategias que emplea la Herpetofauna para lograr sobrevivir ante las inclemencias del ambiente. En futuros blogs repasaremos otras estrategias usadas por otros grupos y especies.